viernes, 27 de septiembre de 2013

The Hissing Of Summer Lawns - Joni Mitchell (1975)

You know they dare not look away


1.- In France They Kiss On Main Street (Mitchell)
2.- The Jungle Line (Mitchell)
3.- Edith And The Kingpin (Mitchell)
4.- Don't Interrupt The Sorrow (Mitchell)
5.- Shades Of Scarlet Conquering (Mitchell)
6.- The Hissing Of Summer Lawns (Mitchell)
7.- The Boho Dance (Mitchell)
8.- Harry's House / Centerpiece (Hendricks / Mandel / Mitchell)
9.- Sweet Bird (Mitchell)
10.- Shadows And Light (Mitchell)

NOTA PUBLICADA ORIGINALMENTE EN REVISTA SPAZZ

Suponiendo que existe una tetralogía de "obras maestras" de Joni Mitchell, una tetralogía integrada en riguroso orden cronológico por Blue, Court And Spark, The Hissing Of Summer Lawns y Hejira, este que aquí refiero fue el último de los cuatro cuya grandeza llegué a comprender (aunque también me pregunto si llegué a comprender alguna vez la grandeza de Blue; últimamente creo que sí, pero eso ya amerita otra disquisición). En fin: The Hissing Of Summer Lawns. O sea, el séptimo trabajito de Joni; o sea, más o menos a la altura de la curva de la fama donde el autor ya la recontra pegó y puede tranquilamente dedicarse a defraudar fans. Así es: estamos ante un álbum que de buenas a primeras puede sonar medio sospechoso. Los arreglos onda lounge-jazz, cómo decirlo, suenan demasiado elegantes para su propio bien. Y a pesar de que están repletos de detalles lujosos (a diferencia del sucesor Hejira, mucho más en pelotas), no están concebidos para llamar la atención ni para saltar sobre el oyente con regias monadas.

¿Dónde poner la atención entonces? Con las melodías vamos fritos, porque son esquivas, hipersutiles; divagan y se pierden como lágrimas en la lluvia y soplidos en el viento (a diferencia del antecesor Court And Spark, infestado de ear-candy inolvidable como Free Man In Paris). Si no te concentrás, si te la querés llevar toda de arriba, Hissing es una cosa bastante impenetrable que te pasa por al lado y ni te enterás. Un bodrio bah. Varios se quedan ahí, y no los condeno para nada. Bien por ellos, que prueben suerte con Dire Straits o algo.

Guarda con la maceta cuando cierres.

Pinta mal la verbena hasta que entre la escucha número 25 y la escucha número 32 con varios años perdidos en el medio, según estimaciones calculadas al voleo, algo puede llegar a pasar. Lo que me pasó a mí, gradualmente: el álbum se transfiguró frente a mis ojos en un remanso extraordinario, un curso de agua navegable, inagotable, surcado por las canciones más hermosas, no-obvias y discretamente complejas que estos tímpanos hayan sentido. ¡Ojo! Mi testimonio es simplemente eso: no descartemos que a algún bolas le guste de entrada, o que algún otro bolas lo siga detestando por siempre. Todos tenemos la libertad de que nos guste o no cualquier cosa. Incluso la vida, mirá vos. Pero volviendo al asunto que nos convoca, ¿cuál es la clave? En este caso, la paciencia: los encantos están ahí, creer o reventar, solo que se van revelando con una lentitud exasperante. Exasperante es la palabra ¡ah! pero cuando uno terminó de ver el cuadro completo de The Hissing Of Summer Lawns, la satisfacción es profunda y casi que indeleble (a diferencia de esos discos que nos vuelan el marote de prima y diez años después nos cuesta escuchar sin sentir un vacío angustiante).

Uno de esos encantos que digo que están ahí si uno quiere buscarlos - ¡Va spoiler! - está en las letras. Después de álbumes y álbumes haciéndose hasta el papanicolaou, con esas introspecciones de pop-icon que viaja por el mundo sin explicar de dónde saca la plata, Hissing ofrece un giro más que refrescante, hasta diría que ¡radical! ¿En qué consiste? En inventar personajes urbanos, pequeños y retratarlos, retratar sus vidas urbanas y pequeñas, haciéndolas grandes, como quien presentara un impromptu de la tragicomedia de la vida sin ensuciarse las manos ni la boca, con una objetividad aparente bien escenificada pero engañosa, porque todos terminamos sabiendo por quién toma partido Joni. De una u otra forma, lo sabemos, aún si no nos genera simpatía o no nos sentimos emocionalmente estrujados como en Blue, o en Hejira. Los destinos de estos personajes son demasiado inciertos para tal cosa.

Tomemos por ejemplo una canción como Edith And The Kingpin ¿no? Una de las mejores del disco, de la carrera de esta flaca como artista, de la historia de la música. Detengámonos allí. Son tres estrofitas que ilustran una situación romántica entre lo que parece ser un tipo muy importante en alguna jerarquía, el "big man", un macho alfa digamos, y esta frágil y presumiblemente risueña muchachita llamada Edith. No pasa mucho, eso seguro: solo estos dos monigotes fijándose la mirada mutuamente en los ojos sin atreverse a voltear para otro lado ("they dare not look away", una de las escenas más líricas, extáticas del álbum). ¿Qué onda? ¿Será Edith sometida por el poderoso magnate que se la curte? ¿Querría ella huir despavorida, sin poder hacerlo bajo ningún concepto? No sé, pero hay algo sumamente tenso en todo el cuento, como una violencia subyacente, apenas sugerida quizás por el dispar tamaño físico de los protagonistas, la forma en la que él agarra su mano, por ese "no atreverse" de la línea final. Este tipo de, como quien dice, fotografías sonoras de hechos triviales que dejan adivinar mucho, mucho más sin llegar a estar seguros, son la atracción neurálgica del álbum.

El tema del poder masculino y sexista es estudiado sesudamente por lo menos en otras dos canciones, que son la pista titular (promediando el álbum) y la majestuosa Harry's House oficiando de culminación de la hipótesis. El poder masculino es, en este caso y fundamentalmente, el poder del dinero. También en The Hissing y en Harry's House tenemos un co-protagonista varón, uno que ha construido mansiones fabulosas en lo alto de colinas donde sus mujeres se hallan súbitamente aprisionadas, aburridas, sin capacidad de convertir nada en nada. Lo a priori idílico del alto poder adquisitivo se torna bajo la observación de Joni en estéril y melancólico, con el tedio puro magistralmente simbolizado por el sonido de los regadores e imágenes visuales de alto impacto como aquella de Harry's House en la que "a helicopter lands in the Pan-Am roof like a dragonfly on a thomb". Joni simpatiza más con el ama de casa llena de regalos coquetos y caros, paralizada de embole; la incita de manera implícita a una liberación (frustrada en el caso de Hissing, triunfante en el caso del pobre Harry), y aún así la cosa no suena ni por un instante a "crítica social" ni finger-pointing. Es simplemente un retrato: Joni es una artista plástica que pinta con música.

¡Y qué música! Esas texturas que parecen secundarias, tan solo ornamentales en las escuchas exploratorias y primerizas, con el tiempo logran converger con voz y letras creando ensamblajes, ensanchando el sentido completo hasta darle unidad inseparable. Observemos detenidamente cómo, por ejemplo, los toques de piano en la hermosa Sweet Bird hacen de pronto una mímesis imperfecta de la melodía vocal, generando una belleza difícil de parangonar. Observemos cómo ese rhodes muy, muy agudo aparece en The Boho Dance - esta sí, bastante personal; chequear el cover de Björk - dos o tres veces nada más, pero en los momentos absolutos, exactos, si se entiende lo que quiero decir. Y para probarnos que además de su jazz-papilla también queda espacio en The Hissing para jugar un pleno, observemos el disruptivo collage (no necesariamente sonoro) que es The Jungle Line, con esos vibrantes sampleos de percusión tribal que, no es joda, preludian ideas muy parecidas de David Byrne y Paul Simon como diez años antes.

En última instancia The Hissing Of Summer Lawns, sin sonar muy extravagante ni nada, es una obra que no solo exige al oyente su tiempo y su dedicación sino que además escapa raudamente al tutelaje de los rótulos y categorizaciones obvias. Eso es lo que en definitiva, pasadas las resistencias iniciales, lo hace atractivo y luego adictivo. Canciones "de autor" con arreglos de jazz, (jazz, sí, pero sin esos guiños tradicionalistas o romanticones de una Norah Jones o una Diana Krall, exceptuando la ingeniosamente mechada rendición de Centerpiece en Harry's House) ¿Quién más hizo un álbum así? Creo que nadie. Y no estoy seguro de que sea siempre el caso, pero en este caso, permítanme, siento que es buena señal. Para decirlo sin tanta pirueta: una obra esencial. En serio.


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(320 kbps)

Ver al dorso:
Joni Mitchell - Court And Spark (1974)
Joni Mitchell - Hejira (1976)